"a calzón quitao"

 

de Cristóbal Díaz Ayala

Dear Iván:

When in December of last year, I received the monumental gift of your book, as Christmastime makes me very depressed, and after reading the generous dedication that you wrote to me, I said to myself. better I keep this, to enjoy it after Christmas ... And so well I kept it, that I forgot the book .... and it is in September, when I check my books to protect them against Mary, the hurricane that visited us on the 20th of that month, and so I did. Well, as you know, Maria devastated Puerto Rico, I went to Miami where I spent almost a month, horrible, I returned to Borinquen, Puerto Rico, without electricity and other needs, and finally! I could taste your book ... Better said, your two books, because there are actually two books: One, dedicated to a subject that everyone enjoys, but very few deign to write about it: the album covers; There is very little written on the subject, and you, very cleverly, have let the covers speak for themselves. That theme haunts me since I saw, by the 40s, the first color covers, invented by Steinweiss, whom I had the pleasure of knowing, and try a little, many years later. The covers speak for themselves, and are the keys to open the chest of memories in our minds; no more, no less, they speak for themselves!

But we go with the other book: the one of your life, told from your heart, straight to the point, "a calzón quitao" (without pants on) as our Puerto Rican brothers say ...

We agree so much in musical taste, in appreciations, that it is incredible. Of course, you take me to an advantage, you're Cuban twice, because you were born in Cuba and specifically, in Santiago de Cuba ... You touch themes, which very few people know, such as, for example, that the East is the cradle of spiritualism in Cuba ... As a man of cinema, you have a cinematic memory, and your memories of Santiago de Cuba, are fascinating, and all your stories are also live stamps, that you seem to be seeing them, when you read them ...

You learn a lot from Cuba and the Cubans with your book; your anecdotes are full of happy and sad moments, well told and commented ... you remember and learn a lot from your many adventures and situations, especially during the revolutionary process against the Batista government, and even more, the illusions and disappointments with the fidelismo.

And the exile is coming, with your formidable cartoons about the NewYorkian environment. Equally accurate is your appreciation of the changes in Cuban music. But above all, it is the way, always pleasant, fresh and direct you have to narrate: you write from the heart, not the brain ...

You write me in the beautiful dedication that accompanies your book, "This book that I have been cultivating for a few years is a humble work, but created with a lot of love for our music, our history, our culture and our roots". I would say that more than humble, it is human, a quality that we are losing, but you, wisely, make us remember it.

Cristóbal Díaz Ayala

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Querido Iván:

Cuando en diciembre del año pasado, recibí el monumental regalo de tu libro, como las Pascuas me deprimen mucho, y después de leer la generosa dedicatoria que me escribiste,  me dije. mejor guardo esto, para disfrutarlo después de las Pascuas.... Y tan bien lo guardé, que me olvidé del libro....y es en septiembre,  cuando reviso mis libros para protegerlos contra María, el ciclón que nos visitó el 20 de ese mes, y así lo hice. Bueno, como sabes María acabó con Puerto Rico, me fui a Miami donde pasé casi un mes, horrible, regresé a Borinquen,  sin electricidad y otras necesidades, y al fin! pude saborear tu libro...Mejor dicho, tus dos libros, porque hay en realidad dos libros: Uno, dedicado a un tema que todo el mundo disfruta, pero poquísimos se dignan a escribir sobre el: las portadas de los discos; Hay muy poco escrito sobre el tema, y tú, muy inteligentemente, haz dejado que las portadas hablen por sí mismas. Ese tema me persigue desde que ví, állá por los 40s, las primeras portadas en colores, inventadas por Steinweiss, a quien tuve el gusto de conocer, y tratar un poco, muchos años después. Las portadas hablan por sí mismas, y son las llaves para abrir el cofre de los recuerdos en nuestras mentes; ni mas, ni menos, hablan por sí solas!

Pero vamos con el otro libro: el de tu vida, contada desde tu corazón, "a calzón quitao" como dicen nuestros hermanos boricuas...

Coincidimos tanto en gusto musicales, en apreciaciones, que es increible. Claro, me llevas una ventaja, eres cubano por partida doble, porque naciste en Cuba y específicamente, en Santiago de Cuba... Tocas temas, que muy poca gente conoce, como por ejemplo, que Oriente es la cuna del espiritismo en Cuba... Como hombre del cine, tienes memoria cinematográfica, y tus recuerdos de la nochebuena santiaguera, son fascinantes, e igualmente todos tus relatos, son estampas vivas, que te parece estar viéndolas, cuando las lees...

Se aprende mucho de Cuba y los cubanos con tu libro; tus anécdotas están pletóricas  de momentos alegres y tristes, bien contadas y comentadas...se recuerda y aprende mucho de tus múltiples aventuras y situaciones, sobre todo durante el proceso revolucionario contra el gobierno batistianos, y más aún, las ilusiones y desengaños con el fidelismo.

Y viene el exilio, con tus viñetas formidables sobre el ambiente newyorquino. Igualmente es certera tu apreciación de los cambios  en la música cubana. Pero sobre todo, es la manera, siempre amena, fresca y directa que tienes de narrar: escribes desde el corazón, no del cerebro...

Me escribes en la hermosa dedicatoria que acompaña a tu libro, "Este libro que he venido cultivando por unos cuantos años. Es un trabajo humilde, pero creado con mucho amor a nuestra música, nuestra historia, nuestra cultura  y nuestras raíces". Yo diría que más que humilde, es humano, cualidad que estamos perdiendo, pero tu, sabiamente, nos hace recordarla.

Cristóbal Díaz Ayala

 

 
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Fredesvinda García Valdés

Fredesvinda García Valdés

Freddy, Fredesvinda García Valdés, also known as La Freddy, The Freddy, the Cuban Ella, a bolerista from the Camagüey Province of Cuba, the village of Carlos Manuel de Céspedes, subject of the song in her name "Freddy" (Soy una mujer que canta / Para mitigar las penas / De las horas vividas y perdidas..... I am a woman who sings / To mitigate the pain / Of the hours lived and lost....) by Ela O'Farril, and inspiration for Guillermo Cabrera Infante's  Estrella Rodríguez in Tres tristes tigres.

LAS AVENIDAS RESTAURANT /  EL RESTAURANTE LAS AVENIDAS

El restaurante Las Avenidas quedaba en los bajos de mi casa, ahora que nos habíamos mudado para la céntrica esquina donde convergen cuatro arterias principales: Ayesterán, Espada, Carlos III e Infanta. A unas ocho cuadras de allí se alzaba la infame prisión del Castillo del Príncipe, y a sólo cinco cuadras el periódico Revolución, órgano oficial del gobierno, que luego sería bautizado con el nombre de Granma. Por las tardes, después de regresar de la escuela, yo trabajaba de cajero en Las Avenidas. Aquél fue mi primer trabajo. Por su excelente cocina española, Las Avenidas había sido el lugar predilecto de muchos artistas y personalidades de la antigua sociedad habanera. Ahora lo era también de los líderes revolucionarios que se daban cita allí varias veces al mes para «socializar» y conversar mientras disfrutaban de los ricos manjares que el Chef Castellón les preparaba. Allí pude ver más de una vez al «máximo líder» y a su hermano, que venían a cenar; también, al Che Guevara; al carismático comandante Camilo Cienfuegos; al comandante Huber Matos, y a otros comandantes a quienes acompañaban sus respectivos cachanchanes. Una noche, entre cuentos y recuentos de la lucha armada, mientras todos reían, comían y bebían cual nuevos burgueses, alguien puso en la vitrola del restaurante un bolero del género musical conocido como filin. Lo interpretaba una cantante muy singular que al poco tiempo desaparecería para siempre del mapa musical cubano. Su nombre era simplemente Freddy. El recién nombrado jefe de la policía nacional revolucionaria, comandante Efigenio Ameijeiras, se paró sobre una silla, botella de Bacardí en la mano, como para decir algo muy importante. Borracho como una cuba, el comandante gritó a todo pecho: «¡Coño, compañeros! ¡Quiten esa mierda!» Se refería, claro está, a la bolerista. Enseguida uno de los ayudantes del restaurante cambió el disco por una pachanga de Pacho Alonso que repetía, una y otra vez: «Ya tú ves, a cualquiera se le muere un tío»—un título que recordaba que la adversidad podía estar a la vuelta de la esquina.

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Las Avenidas restaurant was in the basement of my house, now that we had moved to the downtown corner where four main arteries converge: Ayesterán, Espada, Carlos III and Infanta. About eight blocks from there stood the infamous Castillo del Principe prison, and only five blocks the newspaper Revolución, official organ of the government, which would later be baptized with the name of Granma. In the afternoons, after school, I worked as a cashier at Las Avenidas. That was my first job. For its excellent Spanish cuisine, Las Avenidas had been the favorite place of many artists and personalities from the old Havana society. Now it was likewise for the revolutionary leaders that convened there several times a month to “socialize” and talk while enjoying the rich delicacies that Chef Castellón prepared for them. There, I saw more than once the Maximum Leader and his brother who came to dinner; also, Che Guevara; the charismatic Comandante Camilo Cienfuegos; Comandante Huber Matos, and other commanders who were accompanied by their respective cachanchanes. One night, between accounts and recounts of the armed struggle, while everyone laughed, ate and drank like new bourgeois, someone put a bolero on the restaurant Victrola, of the musical genre known as filin. It was performed by a very singular singer who soon would disappear forever from the Cuban musical map. Her name was simply Freddy. The newly appointed head of the National Revolutionary Police, Comandante Efigenio Ameijeiras, stood on a chair, a bottle of Bacardi in his hand, as if to say something very important. Drunk as a skunk, the commander shouted with whole heart: “¡Coño, compañeros! ¡Quiten esa mierda!” He was referring, of course, to la bolerista. Immediately, one of the restaurant workers changed the record to a pachanga from Pacho Alonso that repeated, again and again: “Ya tú ves, a cualquiera se le muere un tío” (you see now, a guy dies everyday)—a title that reminded that adversity could be just around the corner.

With a Cuban song in the heart

Con una canción cubana en el corazón

– Iván Acosta